La palabra incertidumbre nos ha venido de golpe y sin envoltorio en forma de pandemia. ¿Pero cuántas veces hemos vivido alrededor de una incertidumbre invisible o que hemos preferido no afrontar?
En este artículo te explicamos los fundamentos de cómo gestionar tus emociones ante la incertidumbre y de qué forma poder liberar tu mente del posible pensamiento en bucle.
Entornos VUCA
Nos han enseñado a pensar que la incertidumbre es excepcional y que el estado de normalidad viene acompañado de certeza y seguridad.
Ese es el principio de la dificultad en la gestión de la incertidumbre: el simple hecho de clasificarla como excepcional, en vez de abrazarla como parte del estado natural de nuestra mera existencia.
No sabemos nada de lo que va a ocurrir en los próximos minutos. Tenemos aproximaciones y fórmulas más o menos cercanas y orientativas que nos dan indicios de cómo serán las cosas. Pero se basan en experiencias pasadas y en leyes de probabilidades, no en certezas. En realidad solamente somos conocedores del AHORA.
La pandemia se ha encargado de recalcar que los entornos llamados VUCA (volátiles, inciertos, complejos y ambiguos) son compañeros de nuestro día a día. Forman parte de la normalidad. Pero estamos desentrenados:
El ser humano está preparado para resolver la diferencia y hacer frente a los cambios y a las dificultades. Tiene un cerebro primitivo que se adapta a las circunstancias pero a su vez estereotipa las experiencias a través de emociones limitantes para generarse conductas fijas con las que poder asegurarse una comodidad y protegerse de los peligros.
El miedo sería el principal instrumento de parálisis para asegurar una aparente protección, pero a su vez la misma parálisis puede terminar por generarnos frustración cuando sentimos que no tenemos capacidad para asumir las dificultades o hacer frente los cambios que no nos dan resultados positivos inmediatos. Y entonces aparece la rabia.
Frente a la incertidumbre
Mi amigo don miedo
Existen tres sistemas de miedo, el primitivo, el racional y el de la propia conciencia. Aunque las decisiones se toman en nuestro inconsciente, nosotros sentimos que se determinan en nuestra área neurológica consciente.
Nuestra conciencia es pues nuestro mediador entre los otros dos sistemas (racional y primitivo). Analiza las opciones y elige la más adecuada. Puede llegar a frenar un estímulo generado en nuestro sistema primitivo aunque esto último entraña no poca dificultad, porque de este sistema nacen nuestras posibles fobias.
El miedo es una emoción compleja pero necesaria para sobrevivir y tal emoción está diseñada para alertarnos ante determinadas acciones que desempeñamos y que puedan integrar amenaza, preparando a nuestro cuerpo físico para que pueda ofrecernos la respuesta más eficaz.
Así pues, superar un miedo es en realidad superar su causa, y debe ser mejor de su mano y no contra él. Lo necesitamos.
Para ello, vamos a necesitar aprender a sabernos gestionar emocionalmente.
Observo. Acepto. Gestiono. Expulso.
En inglés “emotion” proviene de e-motion, es decir, energía en movimiento.
EMOCION es el significado subjetivo y sentido que se le da a una experiencia. Esto quiere decir que según cómo cada uno interprete una situación será la emoción que sienta, por eso ante un mismo hecho distintas personas sienten distintas emociones.
- La emoción moviliza los sentidos, el intelecto y la energía que conduce a la acción. Cualquier estímulo ya sea externo (medio ambiente) o interno (mente o cuerpo) genera en nosotros una emoción que nos va a llevar a tener determinada conducta.
- Toda emoción nos da información sobre uno mismo, sobre el sentido que atribuimos a un estímulo o a una situación, sobre cómo nos ubicamos en un momento determinado o de las relaciones que establecemos con quienes nos rodean.
- Si partimos de la base de que existe una intención positiva detrás de cualquier comportamiento, analizar la emoción es muy interesante: saber descifrarla, colocarla en un contexto más global que nos lleve hacia una reflexión y, finalmente, a una toma de conciencia.
Como ya adelantábamos antes, el miedo y la rabia están íntimamente relacionados y para gestionarlos va a ser indispensable seguir estos 4 pasos de gestión emocional plena:
- Observo: atiendo las señales de mi mente a través del modo en que aparecen mis pensamientos, así como las señales físicas que mi cuerpo me está emitiendo.
- Acepto. Tomo conciencia y acepto lo que estoy sintiendo por desagradable o negativo que sea.
- Gestiono. Comprender para qué está esa emoción. Toda emoción está ahí por algo, nos está alertando de algo.
- Expulso. Me doy espacio para que salga la emoción. Es la regulación emocional donde separo el estímulo de la propia emoción.
Cambio de posición
Asimismo, además de la gestión emocional, es importante concienciarnos de la necesidad de movernos y cambiar nuestro punto de mira cuando nos sentimos vulnerables ante la incertidumbre. La voracidad por encontrar respuestas, a veces nos coloca en posiciones fijas: queremos encontrar soluciones sin aprender a entender las mismas cosas desde otros prismas.
Solamente con voluntad transitiva y cambio consecuente de ángulo de mira, podremos observar la misma situación con elementos emergentes que no contemplábamos sin movernos de posición.
En el manejo de la incertidumbre sucede lo mismo. Si observamos desde la parálisis tenemos una visión sesgada. Si nos movemos y probamos analizar la misma situación bajo nuevas perspectivas, encontramos descubrimiento, otras estructuras detrás del aparente caos, respuestas y pistas a nuevas soluciones.
La ontología del lenguaje nos ofrece mucho poder.
Cambiar mi modo de hablarme me conduce a la serenidad para realizar el cambio de posición. Y el cambio de posición me ofrece nuevos escenarios más alentadores donde generarme nuevos diálogos internos más constructivos y saludables.
El poder de las expectativas
¿Sufrir con objetivos o vivir con propósitos?
“El éxito me distrae. Sin embargo el propósito me mantiene.”
Poner foco no significa necesariamente ponerse objetivos. Los objetivos válidos son aquellos que trascienden y se alinean con algo muy superior: un propósito. A su vez, un propósito nos da una pista inequívoca de nuestro tránsito por esta vida:
¿Qué me gusta hacer?
¿Qué se me da bien?
¿Qué impacto quiero que tenga aquello que me propongo?
¿Tiene relación con mis valores?
¿Estoy interesad@ o comprometid@ con ello?
La respuesta a estas preguntas nos puede dar nuestro propósito que desfragmentado en el tiempo, nos lleva a diseñar objetivos o metas que tienen que ver con él.
Lo que nos genera incertidumbre es el no saber. Si iniciamos el camino del objetivo sin propósito, no sabemos para qué estamos haciendo lo que estamos haciendo. Eso nos genera desconexión, falta de sentido y tarde o temprano sensación de incertidumbre: estamos permitiendo que el entorno nos defina a nosotros y a nuestras acciones y que actué como propósito, cuando no lo es. El entorno es solo un campo de referencia, no la validación en sí. El propósito proviene de nosotros, de nuestra parte transpersonal, donde confluyen valores y habilidades y donde las fechas se transforman en potencialidades:
No es tan importante cuando lograré sino qué lograré al final del camino, qué aprenderé y en qué o en quién impactarán mis actos.
¿Te gustaría sumergirte más y aprender a bailar con la incertidumbre? En ICC te acompañamos.