Ante todo, empecemos este artículo con esta reflexión. ¿Es la rabia una emoción básica?

Por supuesto, la rabia es una emoción, pero contrariamente a lo que se cree no es una emoción primaria o básica. La emoción que la precede es la IRA. Esa es la emoción básica que nuestro cerebro reptiliano (o cerebro primitivo donde residen nuestros instintos) se encargará de generar.

Una vez sentimos esa ira, podemos decidir dirigirla hacia la RABIA o hacia la FURIA.
La Rabia es la ira hacia dentro. La Furia es la ira hacia fuera.

DI NO A LA CENSURA EMOCIONAL:

Si cerramos el sistema emocional y no expresamos incluso aquello que nos duele o nos disgusta sentir, estaremos adentrándonos en un camino de sentido único hacia la toxicidad: De la Ira iremos hacia la rabia y de ahí viviremos la cascada emocional, pasando por el rencor, el resentimiento y finalmente el odio.
Sin embargo, si decidimos abrir el sistema, donde la ira puede salir hacia fuera, vamos a poder estar furiosos para luego encontrar el camino de la liberación, el desahogo, el sosiego, el significado y finalmente la conciliación.

LA RABIA ES TÓXICA Y PUEDE LLEVARNOS A UN CAMINO SIN RETORNO:

Todos los sistemas abiertos son vida. Todos los sistemas cerrados son toxicidad.
El sistema respiratorio indica que si inspiramos vamos a tener que expirar. No es posible vivir en apnea permanente. Del mismo modo ocurre con las emociones.
Lo único malo de sentir es no querer sentirlo:

Cuando eso ocurre, la rabia se apodera de la situación generando una bajada en cadena que pueden desembocar en rencor, resentimiento y odio. Cuando el ser humano ha llegado a ese eslabón de la cadena, tendrá serias dificultades en volver a la emoción inicial. Ni siquiera recordará porqué llegó a sentir ese odio y probablemente, al sentimiento de odio se le añadirá otro de frustración.

4 FASES PARA GESTIONAR LA RABIA

Cuando tratemos de gestionar la rabia será preciso que veamos qué tipo de conflicto nos la ha generado. Deberemos preguntarnos:

¿Es un conflicto de alta o de baja intensidad?
¿Tiene que ver con nosotros o con alguien de nuestro entorno?
¿Se refiere a un conflicto personal, técnico, de intereses o de valores?

La rabia (la ira hacia adentro) es producto de un conflicto con nosotros mismos o con los demás, pero en primera instancia solemos tender a buscar y señalar un culpable externo. 

Esto ocurre porque así podemos evitar estar furiosos (la ira hacia fuera) y, en consecuencia, no llegar a actuar en unas formas que socialmente deriven en rechazo.

La necesidad de afiliación al grupo nos lleva al miedo al rechazo, y ese miedo en ocasiones nos priva de poder sentirnos furiosos porque no deseamos el rechazo de los demás. 

 Por todo lo anterior preferible que intentemos pasar por estas 4 fases:

1. Aceptar que estamos enfadados.
Emocionarnos es algo inevitable y surgirá tanto si aquello que percibimos nos gusta como si no. Si nos concienciamos de lo que sentimos nos hablaremos de un modo. Si nos resistimos a sentir nos hablaremos de otro muy distinto, ciertamente negacionista que nos impulsará a producir pensamientos que nos conducirán a un estado de ánimo distinto al original. Debemos hacernos responsables de lo que sentimos.

2. Identificar con qué o con quién estamos enfadados.
Antes de dar por sentado que “tenemos la razón” en algo o que existe un alguien responsable de nuestro enfado, parémonos a identificar el tipo de enfado que sentimos. Pensemos en la intensidad, en la certeza de que aquello que nos desagrada sea así, en si existe posibilidad de cambiarlo o en las consecuencias de seguir enfadado si no le pongo remedio. Debemos darnos respuestas honestas.

3. Dar el salto de la Rabia a la Furia.
El enfado que sentimos debe poder expresarse. En el momento en que hemos identificado nuestra rabia, sabemos que no podemos liberarnos. Es hora de abrir “la tapa de la olla emocional” y dejar que esa energía se convierta en el enfado que necesitamos expresar: La Ira. Ahí es donde decidiremos responsablemente estar furiosos y buscaremos un cómo y un cuándo expresar lo que sentimos con asertividad.

4. Coronarlo con creatividad.
Ahora que ya sabemos que estamos furiosos y que queremos expresarlo de forma asertiva, utilicemos nuestra creatividad: pensemos de qué modo podemos estar furiosos sin herir a los demás. Gestionar la emoción es darle permiso y espacio. Elijamos un momento de cada día, a ser posible siempre el mismo, donde durante un tiempo determinado nos dediquemos a liberar la emoción: por ejemplo pintar con colores que nos resuenen a ese enfado, escribir a ese alguien con quien nos hemos enfadado, o hablar con ese alguien de manera asertiva. Todo lo que hagas donde intervengan las manos abre tu creatividad y ese es el canal más ancho por el que liberamos las emociones.

CÓMO SER ASERTIVO CON QUIEN SENTIMOS RABIA

Utilicemos el lenguaje YO. 

El “lenguaje-TU” es acusativo, culpabilizador, expresamos que la otra parte es culpable, nos focalizamos en el pasado y nos ceñimos a fallos o errores anteriores:

-(TU) siempre haces lo mismo
-(TU) eres un egoísta
-(TU) nunca haces lo que deberías
-(TU) nunca me escuchas

El “lenguaje-YO”, en cambio, significa escuchar atentamente a los demás, tener en cuenta a los otros, ser preciso y claro, focalizado en el presente y expresando nuestros sentimientos y necesidades.

Intentemos usar el “lenguaje-YO” precediendo al mensaje-conflicto, que sería: 

– YO creo que …
– No me gusta que …
– Siento que …
– A mi me parece que … 

Finalmente, preguntémonos gradualmente si seguimos igual de enfadados o esa sensación empieza a disiparse.

Por supuesto, preventivamente, alimentarse bien con una dieta baja en azúcares, carbohidratos y carnes rojas, hacer deporte, practicar la meditación, el yoga o ejercicios de relajación, y también dar y recibir cariño y abrazos, son prácticas que van a ayudarnos a acrecentar la hormona de la felicidad y por consiguiente a reforzar nuestro sistema inmune. 

Y recordemos. Digamos no a la censura emocional. Podemos sentir sin herir.

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Marta Badia

About Marta Badia

Counsellor psicosocial & coach sistémico personal y organizacional Experta en comunicación, autoestima, gestión de conflictos y consultoría psicosocial

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