La comida, tiene una relación directa con nuestras emociones. Todos esos alimentos que tomamos de manera compulsiva, sin hambre real y, que llegan a controlar nuestro día a día, nos están hablando de una parte emocional “no resuelta” y que cubrimos con dichos alimentos. Pero, si estos alimentos son ingeridos de forma ocasional y siendo conscientes de que son elegidos por nosotros sin escapar de nuestro control, entonces estamos ante un momento de auténtico placer que nos va aportar felicidad y salud emocional.
Detrás de todos los trastornos alimentarios, hay un patrón de conducta que se llama «comer emocional»: comer sin hambre física real, en respuesta a determinadas emociones, productos que, por sus componentes químicos, estimulan el cerebro y son altamente adictivos y tóxicos para el sistema.
Casi todas las personas incurren en un grado mayor o menor de comer emocional. Así que ¿cuál es tu conexión emocional con la comida?, ¿o piensas que tú no tienes ninguna?.
Parece que en nuestra sociedad, la mayoría de nosotros tiene unas relaciones bastante complejas con la comida. La conexión entre comida y emociones para los humanos es generalmente inmensa. Comemos para celebrar, si nos sentimos tristes, para recompensarnos, porque alguien nos ofrece algo y nos sentimos obligados. Irónicamente, pocas veces parece que comamos simplemente para nutrir el cuerpo. Algunas personas quizás nunca hayan pensado siquiera en ello.
El comer emocional es un patrón establecido desde la infancia, cuando comenzamos (casi siempre de la mano de nuestros padres ) a calmar o evadir determinadas emocionas negativas (culpa, ansiedad, miedo, etc),o a buscar estímulos para combatir la fatiga y el aburrimiento, recurriendo a productos alimenticios que forman parte de nuestra dieta normal (cereales, azúcar, chocolate, almidones) y que por lo tanto, son plenamente aceptados socialmente, considerados inofensivos, ampliamente publicitados e incitados a consumir. Desde la infancia, casi todas las personas aprenden a lidiar con sus emociones recurriendo a la comida, creándose de este modo una relación de dependencia muy fuerte hacia determinados productos El consumo compulsivo de comidas altamente procesadas sin embargo, tiene tanta adicción psicológica como la fisiológica. Las comidas como los cereales, los azúcares refinados y el café son altamente adictivos a nivel físico, y además las personas se vuelven adictas al consumo de estas comidas como forma de confort y vía de escape, de modo que conforman modelos de conducta de consumo que son muy difíciles de erradicar. Esta ingestas compulsivas debemos trabajarlas a nivel físico, mental y emocional.