Ante la creencia de «no tener tiempo», podríamos estar elaborando pobreza temporal.

En realidad, no gestionamos el tiempo. El tiempo es conceptualmente lo que es: tiempo. Lo que sí gestionamos es lo que vayamos a hacer y con quienes nos vamos a relacionar en ese tiempo.

La cuestión es:

¿Ponemos verdadera consciencia a todo lo que decidimos incluir en «la lista» y al espacio que concedemos a nuestra calidad de relaciones?

No es posible poder medir el tiempo únicamente en productividad. Estaríamos siendo injustos con su verdadera aportación.

Prueba de ello nos lo dan el número de pensamientos que emite nuestra mente al final del día que viene a representar una cantidad de pensamientos al mes equivalente a 6 vidas para poder ejecutarlos. El secreto está pues en nuestra elección diaria.

Como apunta Nadal en su libro «La Nueva Gestión del Tiempo», anotar la lista intencional de tareas diarias en un mismo lugar es clave, porque nos permite tomar consciencia de la magnitud real de nuestros propósitos e, inconscientemente, estaremos aprendiendo a aceptar cuánto de ello no llegaremos a cumplir.

Es entonces cuando seremos capaces de elegir y establecer prioridades.

Conceptualizando el tiempo:

El tiempo solemos plantearlo como el solucionador de nuestros problemas (“si tengo tiempo podré hacer”) cuando, en realidad, acogemos el tiempo como un concepto enfermizo que comporta muchos problemas e incluso trastornos de salud.

No obstante, si lo adoptamos como un concepto saludable, como si se tratara de nuestro “botiquín”…

¿De qué cosas llenaríamos ese espacio llamado tiempo? Seguramente de cuestiones que nos aportaran más salud.

En la actualidad se consumen por media unas 7/8 horas en contenido digital y 7h para dormir. El 85% de las personas señalan no estar lo suficientemente cómodas en su trabajo.

¿El tiempo se está invirtiendo en algo que quizás no quisiéramos hacer?

Para ello, Nadal nos propone tener en cuenta 3 premisas:

Atención, Mentalidad y Energía Mental.

Con la atención, recuperamos la capacidad de concentrarnos que en la actualidad se ha reducido a no más de media hora en una sola cuestión. Nadie nos enseña a estar más atento.

Si probamos a pensar que el inicio del día se produce el día anterior cuando vamos a dormir, vamos en consonancia con el sueño quien determina cómo nos sentiremos a la mañana siguiente. Si cerramos la jornada mirando, por ejemplo, las redes sociales, dejamos que otros dicten nuestras prioridades.

Es imprescindible generar actividades previas a cualquier labor que puedan fomentar un entrenamiento sano en el cerebro, de modo que luego éste sepa poner foco y atención.

Desde un punto de vista de mentalidad, esas labores incluidas en el “to do list” deberían poder transformar el concepto productividad en el concepto experiencias.

La energía mental, por otro lado, actúa como disruptor cuando no hay hábitos de sueño y alteran el reloj interno. Es importante que conozcamos cómo es nuestro cuerpo y así poder determinar nuestro momento óptimo de energía en el cual incorporar la mayor parte de esas tareas.

Y, por último, siguiendo como conclusión la línea de Nadal, nuestra relación con el tiempo debería poder:

  • Pivotar con la capacidad de renuncia (¿cuántas cosas sobran en realidad?).
  • Tener bine ubicado el lugar donde está todo aquello que pretendes hacer en un día para darte cuenta de que no harás más del 1%.
  • Elegir por valores. Elegir, según nuestros valores, qué de la lista va a llenar ese 1%, desde un tiempo entendido como espacio para la salud, no solamente para la productividad.

En definitiva, lo que nos da salud es lo que hacemos. La productividad no consiste estrictamente en hacer más cosas.

Lanzo de nuevo la pregunta que abriga el titular de este post:

¿La productividad como consecuencia o como premisa?

 


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Marta Badia

About Marta Badia

Counsellor psicosocial & coach sistémico personal y organizacional Experta en comunicación, autoestima, gestión de conflictos y consultoría psicosocial

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